La existencia de certezas -una vez
rebasadas ilustración y posmodernidad- es víctima de un acoso constante por
parte de aquellos que huyen de una única verdad, bañándose estos en el contexto
en el que esta sucede para explicarla. Nada "es" en su esencia, pues
todo lo es por algo. Imposiciones que aceptamos e ignorancias que nos abrazan.
Hasta cierto punto, lo comparto. Sin embargo, hay ciertos escenarios en la vida
que escapan de esa eterna duda, siendo la etiqueta un atajo para encontrar
sistemas de entendimiento universales.
Un
grupo de amigos/as está en las miradas espontáneas que se buscan sin saberlo,
en el overbooking del sofá, en las deudas -anecdóticas, ojo-
que nunca volvieron, en las ganas de compartir esa canción que has descubierto.
El espacio que cada uno consigue ahí dentro es quizá lo más cercano a ejecutar
la libertad en igualdad con el resto. El perfecto equilibrio, la tácita
compensación. Las singularidades de cada miembro relucen mientras este/a escoge
en qué medida renuncia a ellas con el fin de poner en la mesa un manjar del que
puedan comer todos. Y el Sants es todo esto dentro y fuera de la cancha.
Coberturas, llamadas a las tantas, paredes, celebraciones de todos. ¡Qué
jugadas más bonitas!
El
pasado fin de semana no pude acudir a uno de los combates de boxeo más épicos
de los últimos tiempos. La Pobla de Mafumet y el Sants se batieron en un duelo
en el que los primeros tenían en la lona al Sants en el tercer asalto. Sangraba
la nariz, la ceja, y los dientes, pero los visitantes pidieron un espejo para
ver su rostro, y convirtieron el dolor en fortaleza para resurgir de sus
cenizas. Del 3-0 al 3-4 en el campo del líder. Para que después le digan a Tito
Lossio y los suyos que los imposibles existen. ¿Hasta dónde puede llegar
entonces este equipo?
Acercándonos
al presente viajamos al Municipal Els Canyars, dónde Castelldefels y Sants
pugnaron el sábado por unos muy preciados tres puntos. La victoria en Tarragona
había sentado a los visitantes cual préstamo en una época de crisis, pero ahora
había que devolverlo. El "Castel", por su parte, vagaba por los
últimos puestos de la tabla buscando no hipotecar sus bienes demasiado pronto.
Los
primeros minutos transcurrieron con ocasiones para ambos costados, aunque quién
llegó primero a clase fueron los locales, que aprovecharon la tardía presencia
del Sants para ganarse al profesor de mientras. Llamó a la puerta el Sants
cuando habían sido repasados ya los deberes, viéndose relegado a la última fila
y castigado con un negativo que llegó en forma de gol a mediados de la primera
parte. Yamandú quiso rechistar, pero fue en vano. Sin embargo, la actitud de
los visitantes propició una pequeña ayuda por parte del profesor, que les chivó
la página adecuada. Teniendo en cuenta el talento de estos y su esfuerzo,
lograron igualar rápidamente la contienda, cogiendo el ritmo de la clase. El
1-1 fue una compleja pregunta que lanzó al aire el profesor y que respondió el
alumno más atento, Mario Cantí. Una volea lejos del alcance del meta devolvió
la plena confianza al Sants.
Vinieron
minutos de autocomplacencia para los barceloneses. Como poner la pizza en el
horno, despistarte entre vinilos de jazz, y que no esta se te
queme. Yamandú paraba con atrevimiento. Fabre afilaba su puñal por banda
derecha. Y Gaudioso, con el violín afinado, entonaba melodías al alcance de
tan pocos que nadie podía rematarlas. Qué centros. El esquema del Sants
funcionaba con éxito, pues se superaban líneas con facilidad y el peligro
estaba a la puerta de la esquina durante la primera parte gracias a Cantí y al
"Sheriff".
En
tiempos en los que el divorcio sale -por fin- de la cueva, rebatiendo la idea
de la unión conyugal de por vida, los dos arietes del Sants han decidido
contraer matrimonio hasta que la muerte -o la edad- los separe. Están
enamorados y el equipo lo nota. Uno al pie y el otro al espacio. Uno saca el
lavaplatos y el otro tiende la ropa. Con la ilusión del acabar de conocerse,
del querer construir un proyecto de la mano. Los centrales rivales, por su
parte, ya buscan la ecuación que pueda con su amor.
Ya
tras el descanso, el Sants se vio obligado a subir una marcha más, y por eso el
bloque avanzó hasta establecerse en campo contrario durante unos minutos. El
buen hacer con balón le permitía al equipo de Tito Lossio tener presencia
arriba con facilidad, aunque eso no empequeñeció en exceso a los locales, que
sabían que su oportunidad iba a llegar. La media hora siguiente fue un
ejercicio de mímica en el que ambos equipos se imitaban con una exactitud
asombrosa. Despistes por igual, ocasiones, intensidad, el medio del campo
parecía un espejo. Cualquier desajuste en la sincronización pactada originaría
un cambio en el marcador. La había tenido el "Castel" con una falta
al larguero cuando entonces pidió paso Guillem Hernández.
En
una acción que tuvo oportunismo y acierto a partes iguales, Guille marcó el 1-2
para la "Gloriosa" con un testarazo que el portero vio pasar como si
el último tren antes de medianoche fuere. Unos minutos antes, el '8' del Sants
deleitaba a la grada con un ataque de rabia repartido meticulosamente en tres
actos. Tres actos que, sin dejar de impresionar, enseñaron al Guille más humano
y exigente consigo mismo.
El
gol volvió a ser el psicólogo más barato para el Sants, que se adaptó al aumento de intensidad que sufrió el partido como el que no tiene problema en
gritar si le suben la música que lo acompaña. El equipo local, que controlaba
el volumen de la música, veía como fracasaba en su intento de ahogar las
palabras de los visitantes. El Sants disfrutaba con la ventaja, sabiendo que
cualquier suceso que no acabara en el fondo de sus redes iría en su favor por
el mero hecho de consumir segundos. Aleix tuvo la sentencia, pero no quiso
acabar con su rival y lo dejó batallar hasta el final del encuentro disparando
desviado desde la frontal.
Tuvo
el Castelldefels su ocasión, aquella que sabes que va a llegar, y también la
marró, encontrando hastío generalizado en la grada local. Después Yamandú y
compañía se encontraron un puñado de segundos en el suelo y decidieron jugar
con ellos, desesperando al Castelldefels durante los minutos que
precedieron el pitido final, momento en el que el Sants caía en que
había sumado un 6/6 en sus dos últimos encuentros -ambos fuera de casa-. A destacar la impensable última presión de Mario Cantí, que
ya a nadie debería sorprender pero que hizo vibrar, aún más si cabe, al hincha
"santsenc".
Tras
estas dos victorias consecutivas, el Sants coge aire en una meritoria undécima
plaza y espera ya al Hospi, segundo en la tabla, al que recibirán en L'Energia
el domingo por la mañana. Viendo el rendimiento reciente del conjunto de Tito
Lossio y el cartel del visitante, es arriesgado no decir que el del domingo va
a ser un partidazo.
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