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UE Castelldefels 1-2 UE Sants (J.7)


La existencia de certezas -una vez rebasadas ilustración y posmodernidad- es víctima de un acoso constante por parte de aquellos que huyen de una única verdad, bañándose estos en el contexto en el que esta sucede para explicarla. Nada "es" en su esencia, pues todo lo es por algo. Imposiciones que aceptamos e ignorancias que nos abrazan. Hasta cierto punto, lo comparto. Sin embargo, hay ciertos escenarios en la vida que escapan de esa eterna duda, siendo la etiqueta un atajo para encontrar sistemas de entendimiento universales.

Un grupo de amigos/as está en las miradas espontáneas que se buscan sin saberlo, en el overbooking del sofá, en las deudas -anecdóticas, ojo- que nunca volvieron, en las ganas de compartir esa canción que has descubierto. El espacio que cada uno consigue ahí dentro es quizá lo más cercano a ejecutar la libertad en igualdad con el resto. El perfecto equilibrio, la tácita compensación. Las singularidades de cada miembro relucen mientras este/a escoge en qué medida renuncia a ellas con el fin de poner en la mesa un manjar del que puedan comer todos. Y el Sants es todo esto dentro y fuera de la cancha. Coberturas, llamadas a las tantas, paredes, celebraciones de todos. ¡Qué jugadas más bonitas!

El pasado fin de semana no pude acudir a uno de los combates de boxeo más épicos de los últimos tiempos. La Pobla de Mafumet y el Sants se batieron en un duelo en el que los primeros tenían en la lona al Sants en el tercer asalto. Sangraba la nariz, la ceja, y los dientes, pero los visitantes pidieron un espejo para ver su rostro, y convirtieron el dolor en fortaleza para resurgir de sus cenizas. Del 3-0 al 3-4 en el campo del líder. Para que después le digan a Tito Lossio y los suyos que los imposibles existen. ¿Hasta dónde puede llegar entonces este equipo?

Acercándonos al presente viajamos al Municipal Els Canyars, dónde Castelldefels y Sants pugnaron el sábado por unos muy preciados tres puntos. La victoria en Tarragona había sentado a los visitantes cual préstamo en una época de crisis, pero ahora había que devolverlo. El "Castel", por su parte, vagaba por los últimos puestos de la tabla buscando no hipotecar sus bienes demasiado pronto.

Los primeros minutos transcurrieron con ocasiones para ambos costados, aunque quién llegó primero a clase fueron los locales, que aprovecharon la tardía presencia del Sants para ganarse al profesor de mientras. Llamó a la puerta el Sants cuando habían sido repasados ya los deberes, viéndose relegado a la última fila y castigado con un negativo que llegó en forma de gol a mediados de la primera parte. Yamandú quiso rechistar, pero fue en vano. Sin embargo, la actitud de los visitantes propició una pequeña ayuda por parte del profesor, que les chivó la página adecuada. Teniendo en cuenta el talento de estos y su esfuerzo, lograron igualar rápidamente la contienda, cogiendo el ritmo de la clase. El 1-1 fue una compleja pregunta que lanzó al aire el profesor y que respondió el alumno más atento, Mario Cantí. Una volea lejos del alcance del meta devolvió la plena confianza al Sants.

Vinieron minutos de autocomplacencia para los barceloneses. Como poner la pizza en el horno, despistarte entre vinilos de jazz, y que no esta se te queme. Yamandú paraba con atrevimiento. Fabre afilaba su puñal por banda derecha. Y Gaudioso, con el violín afinado, entonaba melodías al alcance de tan pocos que nadie podía rematarlas. Qué centros. El esquema del Sants funcionaba con éxito, pues se superaban líneas con facilidad y el peligro estaba a la puerta de la esquina durante la primera parte gracias a Cantí y al "Sheriff".

En tiempos en los que el divorcio sale -por fin- de la cueva, rebatiendo la idea de la unión conyugal de por vida, los dos arietes del Sants han decidido contraer matrimonio hasta que la muerte -o la edad- los separe. Están enamorados y el equipo lo nota. Uno al pie y el otro al espacio. Uno saca el lavaplatos y el otro tiende la ropa. Con la ilusión del acabar de conocerse, del querer construir un proyecto de la mano. Los centrales rivales, por su parte, ya buscan la ecuación que pueda con su amor.

Ya tras el descanso, el Sants se vio obligado a subir una marcha más, y por eso el bloque avanzó hasta establecerse en campo contrario durante unos minutos. El buen hacer con balón le permitía al equipo de Tito Lossio tener presencia arriba con facilidad, aunque eso no empequeñeció en exceso a los locales, que sabían que su oportunidad iba a llegar. La media hora siguiente fue un ejercicio de mímica en el que ambos equipos se imitaban con una exactitud asombrosa. Despistes por igual, ocasiones, intensidad, el medio del campo parecía un espejo. Cualquier desajuste en la sincronización pactada originaría un cambio en el marcador. La había tenido el "Castel" con una falta al larguero cuando entonces pidió paso Guillem Hernández. 

En una acción que tuvo oportunismo y acierto a partes iguales, Guille marcó el 1-2 para la "Gloriosa" con un testarazo que el portero vio pasar como si el último tren antes de medianoche fuere. Unos minutos antes, el '8' del Sants deleitaba a la grada con un ataque de rabia repartido meticulosamente en tres actos. Tres actos que, sin dejar de impresionar, enseñaron al Guille más humano y exigente consigo mismo. 

El gol volvió a ser el psicólogo más barato para el Sants, que se adaptó al aumento de intensidad que sufrió el partido como el que no tiene problema en gritar si le suben la música que lo acompaña. El equipo local, que controlaba el volumen de la música, veía como fracasaba en su intento de ahogar las palabras de los visitantes. El Sants disfrutaba con la ventaja, sabiendo que cualquier suceso que no acabara en el fondo de sus redes iría en su favor por el mero hecho de consumir segundos. Aleix tuvo la sentencia, pero no quiso acabar con su rival y lo dejó batallar hasta el final del encuentro disparando desviado desde la frontal. 

Tuvo el Castelldefels su ocasión, aquella que sabes que va a llegar, y también la marró, encontrando hastío generalizado en la grada local. Después Yamandú y compañía se encontraron un puñado de segundos en el suelo y decidieron jugar con ellos, desesperando al Castelldefels durante los minutos que precedieron el pitido final, momento en el que el Sants caía en que había sumado un 6/6 en sus dos últimos encuentros -ambos fuera de casa-. A destacar la impensable última presión de Mario Cantí, que ya a nadie debería sorprender pero que hizo vibrar, aún más si cabe, al hincha "santsenc".

Tras estas dos victorias consecutivas, el Sants coge aire en una meritoria undécima plaza y espera ya al Hospi, segundo en la tabla, al que recibirán en L'Energia el domingo por la mañana. Viendo el rendimiento reciente del conjunto de Tito Lossio y el cartel del visitante, es arriesgado no decir que el del domingo va a ser un partidazo.

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