Hay desayunos dulces, y también los hay salados. Hay besos dulces, y también los hay salados. Hay rostros dulces, y, en efecto, también los hay salados. Incluso frutas, recuerdos, lágrimas, o bailes. Es esta otra dicotomía que la vida nos deja ahí, tirada en el suelo, repleta de polvo por su larga vigencia. Sin embargo, qué sería de nosotros si viviéramos condenados a escoger solo un bando; mientras vivir atado a la dulzura es artificial y agobiante, ser siempre salado puede desembocar en conductas insensibles y descontextualizadas. El Sants y el Reus demostraron sus distintas naturalezas el domingo, ciñéndose a sus respectivos gustos y maneras de ver la vida. Los locales, pasionales y caóticos, representaban el lado "salao" de la vida, haciendo de la intensidad y la carcajada sus banderas. El Reus, por su parte, era el costado dulce de la vida, el espacio en el que lo queremos todo bonito, geométrico, guionizado, sin fallos. Se enfrentaban Barroco y Renacimiento y, por