"El pernil dolç és més salat que el pernil salat", nos dijo un buen amigo, sobrio . T ras sembrar el caos y colapsar nuestro tráfico neuronal, no especificó si era opinión o conocimiento; solo observaba, en silencio y convencido, como intentábamos entender esa absurda oración , que parecía la contraseña que da comienzo a una revolución. No hubo debate, porque nunca lo ha habido, pero desde entonces miramos con otros ojos al jamón y al colega. A parte de ser la semilla de unas risas, esa frase iba directa contra lo impuesto, contra el statu quo . La sociedad actual —terrible generalización— vive maniatada al capitalismo, que estructura sus territorios en base a pirámides sociales sostenidas por y para el dinero. En semejante transatlántico, el pueblo vive de pequeños motines gestados en cubierta. Solidaridad vecinal, calles a rebosar de pensionistas, o la victoria del penúltimo en casa del líder. El Sants vive en este bando, en el que se combate la adversidad por natural