Despertar y ser despertado son sucesos de características distintas. En ambos acontece un hecho, eso está claro, pero quedan lejos la actividad del primero y la pasividad del segundo. Con el despertar florecemos, mientras que siendo despertados, a uno le llueve. Sí, porque aunque la alarma preceda una de esas actividades marcadas desde hace tiempo en el calendario, al principio siempre duele. Ser sujeto o objeto. Esperar o ser esperado. Tener el control de las cosas. Ver una pelota suelta en la calle y, sin hacerse el duro/la dura, ir a patearla convirtiendo la plaza del barrio en Maracaná y tus nuevas zapatillas en unas AdiPure reventadas. Jamás regañéis a los niños/las niñas que os den con el balón veinte veces en una tarde soleada, al contrario, sonreídles. Ellos/as van a levantarán esto. En cambio, enojaros con aquellos/as que vayan a pantalla por cabeza y se peleen por quién se sienta en el banco, obligando a gente mayor a reorganizar su rutinario paseo vespertino. Los que