Con la primavera los niños corren
alegres pero molestan más, el sol acaricia pero no toca, y entra polen, mucho
polen, en los ojos. El campo de l'Energia se llena, mitad fiesta, mitad drama.
Todo está a punto de acabar, en la primavera, y todo tiene un pero. Sprints finales,
caídas libres, o un aburrido sosiego. Al desenlace se puede llegar de mil
maneras, pero el camino siempre acaba estrechándose, dibujando a lo lejos dos puertas ficticias entre las que nada existe; triunfo o fracaso.
El
Sants llegaba con los deberes prácticamente hechos al partido del domingo.
Bastaba con sacar el mismo resultado que la Grama (que jugaba en Terrassa un
rato antes) para eludir matemáticamente el descenso directo, siempre a la
espera de los descensos compensados. No parecía una tarea muy épica, desde
luego, y no lo fue. La Grama perdió, y el Sants tuvo que jugar después contra sí mismo.
Quedará una última batalla en Reus, pero no da la sensación de que allí se vaya
a decidir nada. Al Sants le toca ahora hacer una actividad tradicionalmente
compleja: esperar algo del resto.
El
partido comenzó juvenil y tranquilo, adjetivos que rara vez van juntos. El ⎼ya descendido⎼ Santboià no se jugaba nada y salió envalentonado, porque la magia
de haberlo perdido todo está en lograr fastidiar a los que se juegan algo. Nada más
empezar, el tobillo de Borrull quedó reducido a cenizas después de una mala
caída. El dolor del '15' no casaba con el minuto, tampoco con el contexto, así
que se llevó un par de aplausos forzados. Tuvo que entrar Fran en su lugar.
Pasaban los minutos y no dejaba el
partido de adormecer a los presentes, que se limitaban a presenciar la fiesta que
sucedía en el córner de los Resakas. Allí sí que había buen juego: cerveza por
aquí, bombo por allá, un abrazo para ti, y "¡el árbitro no pita ná!".
Yamandú se contagió de la alegría de aquella esquina y con un doble paradón
esterilizó un contraataque visitante. No se lo dijo a nadie, pero allí empezó
con su recital. Y fue abriéndonos la boca poco a poco para después venir a
atajar también nuestros bostezos.
En
la acción posterior un encharcado taconazo de Gala dejó solo a Guille en la
frontal. El '8' controló bien y orientó el cuerpo mejor. Después levantó la
cabeza y puso la mirilla en la esquina inferior del arco. La teoría la tengo,
se dijo. "¡La práctica también!", gritó la grada. Pero falló. Y
fallaron ellos, claro. Guille se pasó los minutos que restaban de primera parte
deleitándonos con sus lamentos, tan inútiles como necesarios.
Los
centrocampistas "santsencs" se entonaron justo cuando llegó el
descanso, permitiéndose el lujo de jugar a uno/dos toques como norma durante
unos minutos. El Santboià estaba, pero no hacía más que eso, respetando roles y jerarquías de ambos equipos. La segunda parte comenzó en hora
local, si me permitís el juego de palabras, pues el Sants salió en tromba.
Guille volvió a tenerla, esta vez se le fue al larguero, y claro, se volvió a
enfadar. Voy entendiendo el porqué de que algunos lo apoden
"Gatusso".
El
partido, que no había sido apasionante hasta entonces, no comenzó tampoco a
serlo. Se jugaba porque se tenía que jugar, porque no había nada mejor que
hacer un domingo por la mañana y porque aquel plan rellenaba agendas huérfanas
de vida. Nadie se preguntaría, por muy mal que fuese, si podría haber estado
aprovechando la mañana. La gente sabía, por muy mal que pintase, que el plan no
les iba a fallar, y en esos planes se mueve la vida, aunque solo se mueva para caerse de la cama. No me gusta que se infravalore
lo seguro, el confort. Todo el día con que salgamos del confort, con atreverse
a pisar zonas rojas, pero a mi que no me quiten ese rato de los
domingos en l'Energia, por favor, que pierdo todas las letras de mi nombre.
Después
el Santboià marcó y quise dejar de estar ahí para aprovechar la mañana de
cualquier manera. 0-1. Así va esto. Había estado igual de cerca el gol local, pero
quienes concretaron fueron los visitantes. Y lo hicieron de muy buenas maneras,
por cierto. Un voleón cruzado que suele salir solo en los
entrenamientos. El Santboià había mejorado durante el segundo acto, llegando a
estar muy cómodo, demasiado para el Sants.
Despertó
el Sants tras el tanto, pero no lo suficiente como para corregir el marcador,
que anduvo desigual hasta el final del encuentro. Los jugadores locales lo
intentaron con más corazón que cabeza, y ya se sabe, el corazón no remata centros
ni despeja balones. Al menos fue un rato entretenido, eso sí. Porque la urgencia puede
ser cruel, asfixiante, o injusta, pero siempre es entretenida. Sonó el silbato
final y ni unos celebraron ni los otros lamentaron, simplemente se palpó el
vértigo que nos conducía a todos/as hacia el sofá tras haber concluido el mejor
⎼y más fácil⎼ plan de la semana.
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