Con la primavera los niños corren alegres pero molestan más, el sol acaricia pero no toca, y entra polen, mucho polen, en los ojos. El campo de l'Energia se llena, mitad fiesta, mitad drama. Todo está a punto de acabar, en la primavera, y todo tiene un pero. Sprints finales, caídas libres, o un aburrido sosiego . Al desenlace se puede llegar de mil maneras, pero el camino siempre acaba estrechándose, dibujando a lo lejos dos puertas ficticias entre las que nada existe; triunfo o fracaso. El Sants llegaba con los deberes prácticamente hechos al partido del domingo. Bastaba con sacar el mismo resultado que la Grama (que jugaba en Terrassa un rato antes) para eludir matemáticamente el descenso directo, siempre a la espera de los descensos compensados. No parecía una tarea muy épica, desde luego, y no lo fue. La Grama perdió, y el Sants tuvo que jugar después contra sí mismo. Quedará una última batalla en Reus, pero no da la sensación de que allí se vaya a decidir nada. Al Sant
En la última acción del encuentro, el Sheriff quiso pedir el balón una vez más. Se lo enviaron en globo y fue a recogerlo al círculo central. Lo amansó y empezó la carrera. Después aguantó agarrones , patadas, calumnias, y envidias. Y siguió gambando, consiguiendo escapar de sus dos competidores. Llegó fundido al balcón del área, pero llegó, y allí solo pudo escupir un dócil tiro que se fue rozando el poste. El Sants iba ganando por entonces, y el '9' portaba un gol y nosecuantas carreras encima. El Sheriff fue lo que –algún día– todos jugamos a ser. Fue la descripción que damos de nosotros en la entrevista de trabajo. Persistente, ambicioso, y avispado, pero humano. Se quedó hasta pasada la madrugada en la oficina y volvió el primero por la mañana con ojeras en los ojos y un café en la mano. Despertó aplausos, también rabia, pero a él le daba completamente igual. "Yo me limito solo a hacer mi trabajo, la victoria es de todos", declararía aún a pie de campo.