No era el del domingo
un partido cualquiera, no. Sants y Horta, enemistados desde aquella controvertida decisión que favoreció a los segundos, se reencontraban de nuevo en medio de un
clima tenso. Los blanquiverdes aún reivindican, a día de hoy, el escándalo federativo.
En Horta, por su parte, intentan pasar página sin remordimientos. Y a mí me
parecen lógicas ambas posturas.
El 'Sheriff'
comenzaba el encuentro en el banco. Jugaba Cantí, secundado por Fran, Borrull,
y Gala. Los timones serían para Gaudioso y Aleix. El portero visitante, Carles
Santaló −'Kolderiu' en Youtube− estaba secundado por medio centenar
de niños y niñas que no dejaron de animarle. La imagen me pareció antinatural y
nada emotiva, pero repito, son niños/as. Habrá que ir acostumbrándose a los Youtubers,
los ídolos del ahora.
Los primeros minutos
del encuentro fueron extraños. Los visitantes orquestaron una presión muy alta,
imposibilitando que fluyera la circulación del Sants. Pero la tuvo Borrull con
un disparo que lamió el palo. No hubo procedimiento; sí resultado. Siguió el
estrangulamiento de los visitantes, patentado en un chut potente que acompañó
Yamandú hasta la salida. El encuentro se jugaba en la mitad local, pero la
balanza parecía lejos de desequilibrarse. El Sants escribía "profundidad" en la lista de la compra.
Rebasada la media
hora, y tras unos minutos muy pero que muy aburridos, Cantí se
abrió las aguas con un recorte dembeliano que le sirvió llegar
al desenlace de su libro. El punto de giro, diría el escritor. El ariete
se cambió de pie el balón cogiendo de imprevisto a todos, incluida su pierna
izquierda, incompareciente. Mario decidió ejecutar con el exterior de su bota
diestra, que no supo leer el bote previo y redondeó el texto con un final amargo. El balón se fue a las nubes.
El Sants se regocijó
en el cambio de dinámica que vivía el encuentro e hizo de este su principal
argumento para soltarse. Volvió a avisar Borrull a Santaló, esta vez con una
volea lejana que cayó a plomo sobre los admiradores del portero. Antes del
descanso pudo avanzarse el Horta tras un curso de pases medidos con escuadra y
cartabón. La marró Pimentel, que la picó demasiado.
Comenzó la segunda
parte con un Sants crecido, creyente. En una de las intentonas blanquiverdes,
Suma, que entró de refresco, corrió un balón al hueco al que parecía imposible
llegar. Santaló esprintaba en el otro frente preso de la urgencia. Llegó Suma,
desde luego que sí, pero no pudo proseguir, desde luego que no. El meta
visitante iba tarde, y pateó el pie del carrilero blanquiverde, que cayó al
suelo. Nada vio el árbitro; demasiado vio el resto. Tres de cada cuatro gritaban
penalti; el cuarto estaba afónico. Se dolía después Santaló del pie,
confirmando −sin maldad− el impacto entre ambos. Más doloroso fue para
el Sants, seguro.
La igualdad se asomó
por la ventana y los dos equipos le dijeron que no, que pasara por la puerta.
Después el Sants −cual buen anfitrión− fue a preparar café. Aprovechó
el Horta su ausencia para encerrar en el baño a la igualdad, poner el pestillo,
e ir a por su compañero sin testimonios. El Sants, inocente y comprometido, se
giró cuando sintió que alguien le ponía la mano sobre el hombro. Unos minutos
después estaba tendido en el suelo tras haber recibido un letal golpe en la
sien.
El golpe sucedió tras
un balón largo que el '9' visitante controló, encaminó, y remató al fondo de
las redes de Yamandú. Restaban poco más de diez minutos, pero el encuentro
parecía sentenciado. El Horta quiso quedarse el balón en los minutos finales
aprovechando la anárquica y deprimida presión local. Descompuesto, el Sants vio
como Marc Río volvía a anotar tras burlar a Yamandú. 0-2.
Antes del pitido
final hubo tiempo para que, en una acción aislada, el "Sheriff"
recibiera ante el portero, lo regateara, y después consiguiera conectar con
Fran para que este lograse el 1-2 a bocajarro. Después el Sants, ebrio de
pasión y falto de cordura, lo quiso hacer todo y no pudo hacer nada. Ya era
tarde, y el reloj terminó de matar a los de Tito Lossio, insatisfechos.
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