Las vacaciones son el ansiado periodo del año en el que los humanos gozamos de una libertad total (o no tanta, espetaría Stuart Mill) en lo que a nuestras actividades atañe. Dejamos atrás, entonces, al misántropo que nos consume durante los meses de rutina para abrir las alas y revolvernos en nuestros planes, previamente datados y minuciosamente organizados. Es la campana que suena en nuestras cabezas al efectuar la transición entre periodos semejante a la puerta del armario mágico que lleva a Edmund y compañía a las tierras de Narnia.
Y le sonó demasiado pronto a la Anguera la campana, que llegó a Nou Barris con la pasividad del que se sabe vencedor antes del pitido inicial. Enfrente estaba la Montañesa, ahogándose en los puestos de descenso y dispuesta a aprovechar cualquier chaleco salvavidas que el destino le regalara. Comenzaba un partido que nadie parecía querer jugar,
y en el que la tensión brillaba por su ausencia en los primeros compases.
Con toda probabilidad, los verbos conjugados en los mapas mentales de los jugadores solo albergaban el futuro, imaginando ya un
amanecer en la playa acompañado de cervezas, una apetitosa paella bajo el sol o las siempre entretenidas pachangas futboleras en el pueblo.
Entre tanta especulación, y sin hacer mucho esfuerzo, la Montañesa dio el primer golpe al avanzarse con un buen cabezazo tras una falta lateral. No eran los locales quiénes azotaban a los visitantes, si no el presente, a quien estos habían pasado por alto.
Despertó entonces la Anguera de su pájara y en pocos minutos marcó el gol de la igualada, también de cabeza tras un saque de esquina. El resultado tenía mucho en común con el 0-0 inicial, pero en el campo se dibujaba una realidad distinta a la sucedida en los primeros minutos. Los visitantes aceptaron gratamente la posesión de balón, aunque no les diera ésta como para crear peligro real, mientras intentaban cambiar el rumbo de un partido lento y lleno de imprecisiones.
La Montañesa peleaba cada balón dividido, saliendo ganador en muchos de ellos y consiguiendo igualar por momentos la pelea en el medio del campo, aunque no encontraba caminos llanos hacia el área. La Anguera, por su parte, no lograba descifrar los códigos del encuentro, que parecían escritos en un idioma no hablado por sus jugadores. Jugadas ralentizadas por el exceso de conducciones o malas lecturas del juego dejaban a los visitantes con pocas opciones de anotar el segundo tanto.
Se llegó el ecuador del encuentro con empate en el marcador, y como suele ocurrir en estos casos fue la Anguera, muy por encima en la tabla clasificatoria, quién se puso el mono de trabajo al inicio de los segundos 45 minutos, poniendo una marcha más a su juego y empezando un acoso a la portería local que tuvo su recompensa con el 1-2, que se produjo en el minuto 5 de la reanudación. Se le puso el partido más que jugoso a la Anguera cuando, tras una jugada "maradoniana" de uno de sus centrocampistas, colocó el 1-3 en el electrónico.
Pero aunque se esforzaran en hacer del domingo un buen día, no estaban bien los jugadores visitantes, factor que aprovechó la Monta para poner el 2-3 en el marcador tras otro buen testarazo en medio de la relajación amarilla.
La Anguera veía la luz mediante combinaciones entre sus dos mediocentros, tan vistosas como estériles en muchas de las ocasiones en las que se tenían que traducir en peligro.
Pero la defensa de la Anguera jugaba otro partido, el de los despejes, los cuales costaron más de un susto al portero visitante, al que parecía que querían complicarle la vida. Tras varios sustos nacidos en la poca solidez defensiva del domingo, la Anguera consiguió dos tantos más para ampliar la renta y evitar sufrimientos innecesarios. Seguían sin finura los jugadores, cosa que con el resultado sentenciado dejaba un panorama aburrido para el espectador. Al fútbol lento se le sumaron entonces las varias inyecciones de agresividad de los locales, que se cargaron de tarjetas en los últimos minutos, todas achacadas a una frustración que luchaba por ser tangible.
El árbitro pitó el camino a los vestuarios cuando más de uno ya bostezaba, sonando como la campana que libera al trabajador de sus obligaciones, y dando comienzo a una semana de vacaciones que la Anguera quiso empezar antes, y que le pudo salir muy cara.
La Anguera sigue con la etiqueta de invicto en la segunda vuelta, la cual comparte con el Sant Andreu, rival directo en la pugna por el segundo lugar, en una liga en la que un fallo penaliza mucho más que lo que suman varios aciertos.
Toca ahora descansar a la espera del encuentro que enfrentará a Anguera y Collblanc Torrassa en la Escola Industrial, que seguro que deparara cosas interesantes.
Salud, y buen fútbol.
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