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Penya Anguera 2-1 Bufalà CF (J.18)

Gris, así se presentaba la primera jornada dominical de marzo, acabando por ser el típico domingo que uno pasa (o deja pasar) divagando en sus quehaceres, debatiéndose entre sofá y cama para ver la película escogida en una siempre sospechosa democracia hogareña. Pero, por suerte o desgracia para algunos, el pasado fin de semana se daban cita dos colosos en el centro de la Ciudad Condal con un mismo objetivo entre ceja y ceja; los tres puntos. 

El encuentro entre Anguera y Bufalà, separados por un solo punto en la tabla, se antojaba estrictamente igualado, como ya lo fue el partido de ida, que concluyó con un empate a dos que supo a poco para ambos. Desde entonces, las dos escuadras han mantenido un tono similar en lo que a regularidad se refiere, siendo los de Badalona quiénes llegaban un punto por encima el domingo. No tenían estos una fácil papeleta, ya que la Anguera es siempre un equipo de lo más rocoso en la Escola Industrial. Se sabía que quien se llevara el gato al agua no solo ganaría tres puntos, además dejaría a un rival directo sin sumar, asemejándose dicha oferta al mejor dos por uno que uno/una pueda imaginar en el supermercado. 

Se respiraba un ambiente frío, acorde con el clima, que con el pitido inicial se diluyó gracias a la intensidad impuesta por los protagonistas sobre el campo. Al ya mencionado cielo gris, se le sumaba una tímida tormenta que, como diría Jorge Valdano, dejó el césped esponjoso, siendo este el aliño perfecto para que rodase con rapidez el esférico. 

Tras unos primeros minutos de tanteo, fueron los locales quienes pisaron el acelerador para someter al rival, lleno de imprecisiones, a un alud de ocasiones que servirían para avisarles del peligro, como si de una brisa otoñal se tratara. La defensa visitante parecía entonces una cuerda en tensión, en demasiada tensión, hecho que permitió a los amarillos alcanzar la portería con facilidad, aprovechando cualquier desajuste. El Bufalà, conocedor de sus virtudes y sus defectos, trataba de evitar que su línea defensiva se involucrara en la salida de balón, dejando así libertad a los centrocampistas, sobradamente dotados, para operar en ataque. 

Pero no estaba la tarde para violines, y eso la Anguera lo sabía. Los locales sacaron su Rock&Roll, y, con un fútbol directo a la par que dañino, patentado en transiciones rápidas, sacudieron repetidamente al rival, consiguiendo poner el 1-0 en el electrónico. El Bufalà no estaba cómodo en el terreno de juego, y además estaba herido, factor que pedía a la Anguera rematar el trabajo. Olía a sangre, y el equipo local parecía hambriento, pudiendo jugar esto en su contra.

Cumplida la media hora, todos los presentes en la Escola Industrial sufrimos un viaje espacio-temporal a Johannesburgo, Mundial de 2010, en el que el capitán de la Anguera se disfrazó de Luis Suárez para salvar, a la desesperada, lo que iba a ser el gol del empate. El Bufalà no había creado apenas peligro, y se topó con lo que habría sido un gol, pero revestido en expulsión y pena máxima, lo cual posibilitaba la consecución del mismo. Era un jugoso botín.

En lo que había parecido un acto reflejo radicaba el desenlace del partido, aún siendo siempre este difícil de adivinar a la media hora. Sea como fuere, estaba claro que marcaría un antes y un después en el transcurso del encuentro. 
El lanzamiento fue a las nubes, convirtiendo así al capitán amarillo en un héroe momentáneo, a sabiendas también de que dejaba a los suyos con 10, calcando el guión que escribió el charrúa frente a Ghana. Cómo el que saca un 12 con dos dados, un afortunado. 

Los visitantes habían tenido el caramelo en la boca, para ver cómo al abrirla de par en par para engullirlo, este caía al suelo, obteniendo incredulidad y frustración a partes iguales. En la otra orilla estaba la Anguera que, sabiéndose beneficiada (por lo menos parcialmente) por el suceso, puso una marcha más y aprovechó para aumentar las distancias mientras el Bufalà, atónito, aún observaba el envoltorio del caramelo en sus manos. Con esta primera parte, a quién le importaba lo que estuvieran haciendo a esa misma hora Barça y Atlético? La liga estaba en la Escola Industrial y no en el Camp Nou, debían pensar los espectadores.

El colegiado señaló el descanso tras una intensa primera parte en la que los de casa se iban más que satisfechos a la cueva (todos sabemos o imaginamos que veinte chavales adolescentes encerrados en un máximo de 10 metros cuadrados son lo más parecido al mito de la caverna de Platón) tras gozar de una buena ventaja aun estando en inferioridad numérica. 

La segunda parte fue una continuación de lo acontecido en el primer acto, hasta que, tras otras tantas tarjetas perdonadas, el Bufalà emulaba a la Anguera quedándose con 10 por una doble amarilla, que casualmente fue provocada por unas manos. Paradójicamente, la expulsión le sentó bien al cuadro visitante, que por primera vez dio sensación continuada de peligro. Sin embargo, la defensa del Bufalá siguió en sus trece, permitiendo a la Anguera crear ocasiones con muy poco. 

Aunque se aproximaban con una insistencia inédita en los minutos previos, el Bufalà carecía de recursos e ideas ofensivas que pudieran dañar una defensa local muy sobria, como aquél que se enfrenta a la barra de pan con el cuchillo de la verdura. Lo que no faltaba en el menú del partido era dureza, pues hubieron varias acciones peligrosas (por no decir feas) por parte de ambos equipos. Los intentos visitantes, a base de individualidades, no bastaron para ser consideradas efectivas, y la Anguera supo jugar con el resultado en un partido que tenía ratos de todo.

A pocos minutos para la conclusión del encuentro, el Bufalà encontró portería tras unos minutos de idas y venidas, exponenciadas tras el tanto. Pero el árbitro pitó el final antes de que se pudiera materializar el empate, en medio de un mar de ocasiones para unos y otros. El sufrimiento local hizo la victoria más holgada, y con la derrota del Catalònia el sábado, la Anguera se catapulta hacia arriba en la clasificación superando a ambos equipos. Tras no poder con ninguno de los equipos Top-5 en la primera vuelta, dos han dado su brazo a torcer ya en la Escola Industrial en el inicio de la segunda vuelta, demostrando la Penya que tiene argumentos muy válidos para seguir sumando de 3 en 3. 

Tras un inicio de temporada con muchos contrastes y una visible confusión en lo que a objetivos se refería, parece que el Juvenil A de la Anguera quiere romper con su fama de "equipo de media tabla". Buscando el símil con las carreras, parece que la entrada en boxes que el equipo tuvo que hacer tras la primera vuelta está dando sus frutos, aunque está por ver cuanto dura este efecto, cuya duración categorizará el nivel del equipo.

Tras cuatro partidos consecutivos en casa (cuéntese también el del Catalonia), toca jugar fuera, y el próximo rival de la Anguera es L'Hospitalet, colista del grupo, y a priori partido más sencillo, aunque vista la pelea por las posiciones "nobles", cualquier despiste que tengan los equipos involucrados los podría penalizar mucho.

Salud, y buen fútbol.

http://fcf.cat/acta/1718/futbol-11/juvenil-primera-divisio/grup-3/1j/pa-barc-anguera-a/1j/bufala-cf-a

http://fcf.cat/classificacio/1718/futbol-11/juvenil-primera-divisio/grup-3/jornada-19









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