Abrir los ojos y despertar
pueden ir de la mano, pero sin duda no son lo mismo. Existen días en los que
dejamos que la luna gane al sol, observándonos a la postre en nuestros
quehaceres nocturnos más -o menos- prohibidos. Aunque lo pasemos en grande por la
noche, hay que tener un ojo puesto en la mañana siguiente y el degradado estado
mental-anímico-físico al que llamamos vulgarmente "resaca" que la
acompaña. No querría llegar yo al extremo de tomarse un vaso de agua entre copa
y copa, pero sí recomendaría tomar ciertas precauciones justo antes de uno
encamarse. Quizá un vaso de agua tibia, tal vez una ducha, o hasta un buen
refrigerio para los más valientes. De lo contrario, la sensación al despertar
puede estropear todas las euforias y reencuentros de la madrugada anterior.
La Anguera venía de una
fiesta de las sonadas tras su victoria frente al Sant Andreu y el consecuente
asalto al segundo puesto. Euforia, recuerdos para la posteridad y un desfase
generalizado cayeron a plomo en la cama sin mediar palabra alguna con nevera,
grifo o despensa. Y claro, despertó el Juvenil A con la Vila Olimpica en sus
narices.
Ya en las primeras jugadas
los asistentes al encuentro podían adivinar la pájara de los locales, a los que
no ayudaba el calor y lo pesado que estaba el césped, que hacía de la
circulación del balón un delirio. En medio del descontrol, cuando los ojos aun
no se han acostumbrado a la luz, y asemejándose a el/la valiente resacoso que
sale de la cama, la Anguera se topó con un despiste defensivo de la Vila que,
sin pedirles mucho esfuerzo, adelantaba a los de l'Eixample en el marcador. Sin
comerlo ni beberlo, el gol más difícil -o el poner los pies en el suelo y
mantener la cabeza erguida en dirección a quién sabe dónde- había llegado
temprano.
Pero el dolor de cabeza
seguía ahí, e impidió a la Anguera llevar a cabo con éxito cualquiera de las
acciones que emprendía hacia la puerta rival. La Vila se percató de las lagunas
de juego e intensidad locales y apretó a estos con la intención de ahogarlos.
La sensación de enroque amarillo llevó al entrenador a la exacerbación
constante, y en una de esas puso a todos los suplentes a calentar sin
importarle apenas los minutos jugados por entonces.
En ocasiones la amenaza
sirve, aunque no fue esta muy útil. Como el Ibuprofeno que se toma uno para
remediar ese caos sensitivo y al que achacamos todas las
soluciones posibles a corto plazo. No siempre sirve. No quiero ahora yo empezar
ninguna guerra con las farmacéuticas y el nombrado "Efecto Placebo"
de los medicamentos.
La Anguera, para decirlo
así, no quiso ni salir a desayunar. Y lo celebró el equipo de Sant Martí, que
tenía la mesa entera a su disposición para degustar lo que se le antojara,
siempre ante la incomparecencia rival. Todo esto, paradójicamente, con un
resultado favorable al conjunto local, que dejaba pasar el tiempo de forma
tediosa (y haciendo de los sorbos de agua su particular brebaje). Con el
dominio visitante convertido en regla, la excepción solamente tuvo lugar en un
par de ocasiones a favor de los de la Industrial, que supieron zafarse de la
telaraña rival para llegar a portería contraria, sin tener acierto alguno.
Aunque al término de los
primeros 45 minutos el resultado se decantaba por el bando local, la
sensación común en cualquiera de los asistentes era que si el partido tenía un
dueño, este era la Vila.
La tiranía amarilla en el
marcador aumentó justo comenzar la segunda mitad, pues tras un cambio notable en
intensidad y juego por parte de la Anguera, llegó el segundo gol tras una
meritoria acción por banda del lateral zurdo. Con poco, la Anguera cogió
las riendas del partido, aunque la Vila dejó claro que no iba a regalar nada y
siguió jugando con la misma intensidad y entusiasmo.
Llegó la hora de comer para
la Anguera, que tras varios mareos y una mañana para olvidar se sentó por fin
ante el plato. Macarrones a la boloñesa, plato no muy arriesgado. Tras tener
controlada la Vila y equiparse con la servilleta pertinente, y ya llegada la
media hora de la segunda parte, la Anguera emprendió, no sin cuchillo y
tenedor, el viaje hacia la normalidad. Bueno, hacia su normalidad.
Con dos zarpazos en 3
minutos y siendo el segundo un gol de tacón que de haberlo firmado Messi, lo
teníamos hasta en la sopa durante semanas, sació la Anguera su hambre y su
malestar, cerrando así un partido que nunca debió abrir.
Si bien es cierto que el
juego no acompañó al resultado, hay que elogiar la finura en la
finalización que mostraron los locales, que convirtieron un mal partido frente
a un buen rival en un solvente 4-0. Otra portería imbatida para los amarillos y
el 9/9 en la segunda vuelta que ya es una realidad, aunque para la consecución
del ascenso habrá que ganar todo -o casi todo- lo que resta.
Pensar en el siguiente
partido y no en la clasificación final ni en rachas parece más beneficioso para
la Anguera, que se enfrontara a un virtual descendido Parc en el campo del
barrio de Marina.
Dejo links de ficha del
partido y clasificación aquí debajo.
Salud, y buen fútbol.
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