Primero nos dijeron que había que ganar. Luego perdimos, y
participar era lo importante. Crecimos inmersos en un simulacro infantil de lo
que la vida iba a ser. Victorias y derrotas.
Existen los que reniegan de todo esto, aquellos tachados de
románticos que abogan por, aun sin obviar el "qué", darle importancia
al "cómo", construyendo así conclusiones tangibles y basadas en
métodos que logran responder a muchas de sus preguntas. Otros apuestan por
obtener resultados, haciendo del beso una simple excitación carnal y del gol un
número. No es menos válido, pero sí menos divertido. Y la Anguera el domingo
fue lo primero, un romántico que dio sentido a muchas de sus inquietudes.
Hace unas pocas fechas vi en la pared de un museo una inquietante
reflexión. Todo beneficio (dígase victoria) o pérdida (derrota) da dos caminos
a escoger al ser humano. La esclavitud o la liberación. Se trata pues de
amoldarse a las cadenas o por el contrario romperlas. Les prometo que voy a
relacionar de una o otra manera esta metáfora con el partido, aunque me guste
ya de por sí sola.
Aunque Movistar optara por nombrar el Málaga-Real Madrid "El
Partidazo" de la semana, había uno prácticamente en la otra punta de la
península jugado a la misma hora en el que dos conjuntos se jugaban mucho más
que los Iscos, Recios, Casemiros y compañía. El Narcís Sala daba lugar a la
batalla por el segundo puesto, librada entre Sant Andreu y Anguera. Poco antes,
el líder y hasta hace poco invicto Sant Gabriel perdía a la épica su partido
frente al Bufalà, dejando a ambos conjuntos más cerca de un utópico primer
lugar.
Sonó el pitido inicial y uno podía hasta coger la tensión con las
manos. En los minutos iniciales los jugadores se empeñaron en demostrar a
cualquier espectador que estuviera de paso que ese no era un partido más.
Existía una mezcla de nervios y ganas a partes iguales gestionada de manera
diferente por cada equipo. La UE Sant Andreu hacía patente que jugaba en casa
mientras la Anguera se adaptaba como podía a las dimensiones del campo (y del
partido).
La Anguera estaba mutando cuál camaleón y mejorando de manera notable
su rendimiento cuando la UE dio el primer golpe. Una internada por banda
culminada en un peligroso centro que remató hacia dentro el central visitante
ponía el 1-0 en el marcador. Antes no había pasado nada, pero era el minuto 10,
temprano aun, y la Anguera topaba con una situación de pérdida más pronto de lo
que el mayor de los pesimistas podría haber imaginado.
Ante semejante adversidad la Anguera optó por dejar de lado
clasificaciones, malos recuerdos, locales, y visitantes. Emprendió entonces el
equipo de l'Eixample, que ayer lucía de azul, una búsqueda de la identidad en
la que cada jugador ponía de su parte para lograr el objetivo. En "Fútbol, dinámica de lo impensado" Dante
Panzeri sentencia que el fútbol ni se consigue, ni se posee, ni se organiza. Es
pues este deporte un sinfín de situaciones que dan por vencedor (no en la
totalidad de las ocasiones) al que las lee, al que las piensa. Seguro que el míster amarillo leyó precisamente este fragmento en el vestuario.
Aunque el Sant Andreu se negaba a entregar el
partido, parecían los visitantes un grupo de niños despreocupados que se
bañaban en la piscina ante la presencia de sus padres/madres, sabiéndose
vigilados y seguros pero pasándolo en grande. Variando el fútbol en corto y en
largo, la Anguera era la parte activa de una negociación en la que la UE no
encontraba constancia en ataque pero se mostraba férrea en defensa. La
circulación visitante del balón era, cuando menos, bella a ojos del espectador.
El buen juego visitante permitió que gozaran de
buenas ocasiones, aunque el meta local centrara todos sus esfuerzos en
desbaratar con solvencia cada acercamiento. Por su parte, el Sant Andreu solo
podía crear peligro gracias a su línea de centrocampistas ofensivos, nada
faltos de talento, que con sus movimientos entre líneas conseguían desdibujar,
en contadas ocasiones, el esquema de la Anguera.
Llegada la media hora, y en medio de la cúspide
del juego de los visitantes llegó el gol de la igualada tras un remate
acrobático de uno de sus delanteros, que ya había creado mucho peligro antes.
La tónica del rato restante hasta el descanso fue la misma, mereciendo la
Anguera algo más en el marcador. El fútbol no son matemáticas, debían pensar en
el vestuario.
La segunda parte presentó un cambio de escenario,
en parte motivado por los múltiples cambios realizados por el Sant Andreu, que
no favoreció al planteamiento visitante. La Anguera mantuvo la intensidad pero
no el acierto, y lo aprovecharon los locales para volver a hacer suyo el Narcís
Sala. Entró el partido en una fase de guerrillas en el que el balón volaba por
los aires como norma, cosa que beneficiaba al Sant Andreu, que se acercaba con
más peligro a la orilla rival, visualizando relativamente cerca el 2-1.
La fatiga empezaba a cuajar en los jugadores de
la Anguera, que no eran capaces de trazar jugadas para llegar a la meta local,
convertido en anhelo en la segunda mitad. La Penya caminaba sobre el alambre e
introducía cambios para cambiar el contexto del partido, que solo cambió cuando
el Sant Andreu aflojó el ritmo de su presión. Como el clásico amigo/amiga que
te ahoga en la piscina hasta que sales por tu propia fuerza creyendo no poder
más.
Aprovechó la Anguera el oxigeno recuperado y la
frecuencia de las llegadas a la portería rival subió, acabando una de
ellas en la señalización de un penalti. Tras haber estado cerca del 2-1 del
contrario, tenían la oportunidad los del Papi Anguera de ponerse por delante en
el minuto 80 de partido. Y no desperdiciaron la oportunidad, ya que el penalti
lo transformó uno de los jugadores revulsivos y su fundió todo el equipo en un
abrazo con el entrenador incluido.
Quedaban diez minutos para la resistencia final,
que se preveía agotadora. El Sant Andreu puso toda la carne en el asador pero
topó con una Anguera curtida en la defensa y que encontraba opciones de matar
el partido en algún que otro contraaataque. De hecho, las tuvo más claras la
Penya en el tramo final de partido, en el que un jugador del Sant Andreu se fue
camino de los vestuario antes de tiempo por una patada fea.
Tras haber estado sumidos en un estado de nervios
tan constante como fatigoso, los espectadores recogían, unos con alivio y los
otros con desidia, la ingente cantidad de uñas que habían mascado y tirado al
suelo durante los minutos finales (quizá un tanto exagerado, pero a la altura
del éxtasis del momento).
El árbitro pitaba el final, y no sin júbilo, los
jugadores de la Anguera celebraban por todo lo alto la hazaña conseguida. Culminó
la Penya, seguramente, su mejor partido esta temporada, en el que tuvo en
cuenta el "qué" y el "cómo".
La Anguera supera en 3 puntos al Sant Andreu en
la tabla, pero este tiene un partido menos. Los amarillos encadenan 8 partidos
consecutivos ganando, precisamente todos en la segunda vuelta, siendo ésta un
punto de inflexión. Hay que decir que este conjunto de jugadores cada vez se
parece más a un equipo sobre el campo, prueba de ello son los resultados,
además del cambio de actitud que se aprecia desde la grada. Eso sí, este
partido no da nada más al equipo que 3 puntos y buenas sensaciones, lo que
obliga al Juvenil A a seguir jugando cada partido como si fuera el último para
poder aspirar a recompensas materiales (dígase un ascenso, dígase un meritorio
segundo puesto).
El siguiente partido enfrentará a la Penya con la
Vila, un equipo siempre rocoso y difícil de batir, así que cualquier despiste
le puede salir muy caro a los de la Escola Industrial, que parten con la
siempre (tan) tramposa vitola de favoritos.
He aquí acta y clasificación de la liga:
Salud, y buen fútbol!
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