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Sant Andreu 1-2 Penya Anguera (J.23)



Primero nos dijeron que había que ganar. Luego perdimos, y participar era lo importante. Crecimos inmersos en un simulacro infantil de lo que la vida iba a ser. Victorias y derrotas. 


Existen los que reniegan de todo esto, aquellos tachados de románticos que abogan por, aun sin obviar el "qué", darle importancia al "cómo", construyendo así conclusiones tangibles y basadas en métodos que logran responder a muchas de sus preguntas. Otros apuestan por obtener resultados, haciendo del beso una simple excitación carnal y del gol un número. No es menos válido, pero sí menos divertido. Y la Anguera el domingo fue lo primero, un romántico que dio sentido a muchas de sus inquietudes.

              
Hace unas pocas fechas vi en la pared de un museo una inquietante reflexión. Todo beneficio (dígase victoria) o pérdida (derrota) da dos caminos a escoger al ser humano. La esclavitud o la liberación. Se trata pues de amoldarse a las cadenas o por el contrario romperlas. Les prometo que voy a relacionar de una o otra manera esta metáfora con el partido, aunque me guste ya de por sí sola.


Aunque Movistar optara por nombrar el Málaga-Real Madrid "El Partidazo" de la semana, había uno prácticamente en la otra punta de la península jugado a la misma hora en el que dos conjuntos se jugaban mucho más que los Iscos, Recios, Casemiros y compañía. El Narcís Sala daba lugar a la batalla por el segundo puesto, librada entre Sant Andreu y Anguera. Poco antes, el líder y hasta hace poco invicto Sant Gabriel perdía a la épica su partido frente al Bufalà, dejando a ambos conjuntos más cerca de un utópico primer lugar. 


Sonó el pitido inicial y uno podía hasta coger la tensión con las manos. En los minutos iniciales los jugadores se empeñaron en demostrar a cualquier espectador que estuviera de paso que ese no era un partido más. Existía una mezcla de nervios y ganas a partes iguales gestionada de manera diferente por cada equipo. La UE Sant Andreu hacía patente que jugaba en casa mientras la Anguera se adaptaba como podía a las dimensiones del campo (y del partido). 


La Anguera estaba mutando cuál camaleón y mejorando de manera notable su rendimiento cuando la UE dio el primer golpe. Una internada por banda culminada en un peligroso centro que remató hacia dentro el central visitante ponía el 1-0 en el marcador. Antes no había pasado nada, pero era el minuto 10, temprano aun, y la Anguera topaba con una situación de pérdida más pronto de lo que el mayor de los pesimistas podría haber imaginado. 


Ante semejante adversidad la Anguera optó por dejar de lado clasificaciones, malos recuerdos, locales, y visitantes. Emprendió entonces el equipo de l'Eixample, que ayer lucía de azul, una búsqueda de la identidad en la que cada jugador ponía de su parte para lograr el objetivo. En "Fútbol, dinámica de lo impensado" Dante Panzeri sentencia que el fútbol ni se consigue, ni se posee, ni se organiza. Es pues este deporte un sinfín de situaciones que dan por vencedor (no en la totalidad de las ocasiones) al que las lee, al que las piensa. Seguro que el míster amarillo leyó precisamente este fragmento en el vestuario.


Aunque el Sant Andreu se negaba a entregar el partido, parecían los visitantes un grupo de niños despreocupados que se bañaban en la piscina ante la presencia de sus padres/madres, sabiéndose vigilados y seguros pero pasándolo en grande. Variando el fútbol en corto y en largo, la Anguera era la parte activa de una negociación en la que la UE no encontraba constancia en ataque pero se mostraba férrea en defensa. La circulación visitante del balón era, cuando menos, bella a ojos del espectador. 


El buen juego visitante permitió que gozaran de buenas ocasiones, aunque el meta local centrara todos sus esfuerzos en desbaratar con solvencia cada acercamiento. Por su parte, el Sant Andreu solo podía crear peligro gracias a su línea de centrocampistas ofensivos, nada faltos de talento, que con sus movimientos entre líneas conseguían desdibujar, en contadas ocasiones, el esquema de la Anguera. 


Llegada la media hora, y en medio de la cúspide del juego de los visitantes llegó el gol de la igualada tras un remate acrobático de uno de sus delanteros, que ya había creado mucho peligro antes. La tónica del rato restante hasta el descanso fue la misma, mereciendo la Anguera algo más en el marcador. El fútbol no son matemáticas, debían pensar en el vestuario.


La segunda parte presentó un cambio de escenario, en parte motivado por los múltiples cambios realizados por el Sant Andreu, que no favoreció al planteamiento visitante. La Anguera mantuvo la intensidad pero no el acierto, y lo aprovecharon los locales para volver a hacer suyo el Narcís Sala. Entró el partido en una fase de guerrillas en el que el balón volaba por los aires como norma, cosa que beneficiaba al Sant Andreu, que se acercaba con más peligro a la orilla rival, visualizando relativamente cerca el 2-1. 


La fatiga empezaba a cuajar en los jugadores de la Anguera, que no eran capaces de trazar jugadas para llegar a la meta local, convertido en anhelo en la segunda mitad. La Penya caminaba sobre el alambre e introducía cambios para cambiar el contexto del partido, que solo cambió cuando el Sant Andreu aflojó el ritmo de su presión. Como el clásico amigo/amiga que te ahoga en la piscina hasta que sales por tu propia fuerza creyendo no poder más. 


Aprovechó la Anguera el oxigeno recuperado y la frecuencia de las llegadas a la portería rival subió, acabando una de ellas en la señalización de un penalti. Tras haber estado cerca del 2-1 del contrario, tenían la oportunidad los del Papi Anguera de ponerse por delante en el minuto 80 de partido. Y no desperdiciaron la oportunidad, ya que el penalti lo transformó uno de los jugadores revulsivos y su fundió todo el equipo en un abrazo con el entrenador incluido. 


Quedaban diez minutos para la resistencia final, que se preveía agotadora. El Sant Andreu puso toda la carne en el asador pero topó con una Anguera curtida en la defensa y que encontraba opciones de matar el partido en algún que otro contraaataque. De hecho, las tuvo más claras la Penya en el tramo final de partido, en el que un jugador del Sant Andreu se fue camino de los vestuario antes de tiempo por una patada fea. 


Tras haber estado sumidos en un estado de nervios tan constante como fatigoso, los espectadores recogían, unos con alivio y los otros con desidia, la ingente cantidad de uñas que habían mascado y tirado al suelo durante los minutos finales (quizá un tanto exagerado, pero a la altura del éxtasis del momento).


El árbitro pitaba el final, y no sin júbilo, los jugadores de la Anguera celebraban por todo lo alto la hazaña conseguida. Culminó la Penya, seguramente, su mejor partido esta temporada, en el que tuvo en cuenta el "qué" y el "cómo".


La Anguera supera en 3 puntos al Sant Andreu en la tabla, pero este tiene un partido menos. Los amarillos encadenan 8 partidos consecutivos ganando, precisamente todos en la segunda vuelta, siendo ésta un punto de inflexión. Hay que decir que este conjunto de jugadores cada vez se parece más a un equipo sobre el campo, prueba de ello son los resultados, además del cambio de actitud que se aprecia desde la grada. Eso sí, este partido no da nada más al equipo que 3 puntos y buenas sensaciones, lo que obliga al Juvenil A a seguir jugando cada partido como si fuera el último para poder aspirar a recompensas materiales (dígase un ascenso, dígase un meritorio segundo puesto). 


El siguiente partido enfrentará a la Penya con la Vila, un equipo siempre rocoso y difícil de batir, así que cualquier despiste le puede salir muy caro a los de la Escola Industrial, que parten con la siempre (tan) tramposa vitola de favoritos.


He aquí acta y clasificación de la liga:






Salud, y buen fútbol!




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