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Penya Anguera 6-3 Mercantil CE (J.29)

Despertar y ser despertado son sucesos de características distintas. En ambos acontece un hecho, eso está claro, pero quedan lejos la actividad del primero y la pasividad del segundo. Con el despertar florecemos, mientras que siendo despertados, a uno le llueve. Sí, porque aunque la alarma preceda una de esas actividades marcadas desde hace tiempo en el calendario, al principio siempre duele.

Ser sujeto o objeto. Esperar o ser esperado. Tener el control de las cosas. Ver una pelota suelta en la calle y, sin hacerse el duro/la dura, ir a patearla convirtiendo la plaza del barrio en Maracaná y tus nuevas zapatillas en unas AdiPure reventadas. Jamás regañéis a los niños/las niñas que os den con el balón veinte veces en una tarde soleada, al contrario, sonreídles. Ellos/as van a levantarán esto. En cambio, enojaros con aquellos/as que vayan a pantalla por cabeza y se peleen por quién se sienta en el banco, obligando a gente mayor a reorganizar su rutinario paseo vespertino. Los que van al parque, a danza, o a teatro por obligación, a esos no los quiero yo en mi equipo. Hay que hacer que ocurran cosas, no esperar para grabarlas. 

La Anguera estuvo toda la primera vuelta de la liga residiendo en el eterno llegar tarde, obligándose a comer platos recalentados y ya faltos de sabor. No fue así en la segunda, en la que cuenta sus partidos por victorias, pues la puntualidad actual de los amarillos tiene poco que envidiar a la de un inglés. Ahora hacen lo que tengan que hacer por la mañana, pero siempre llegan para engullir el plato en la temperatura y momento adecuados. La mezcla de organización y ambición tienen recompensa.

Venía la Penya con dos remontadas bajo el brazo en sus dos últimos compromisos, administrando en cada uno de ellos altas dosis de adrenalina a todos los presentes. Hubo quién ya venía con la tila preparada para el partido del domingo, optando por la prevención y no la cura del daño. Enfrente estaba el Mercantil, equipo capaz de lo mejor (dos rachas de 4 victorias consecutivas y una de 3) y de lo peor (no ganó hasta la jornada 8, penalizando así su buen rendimiento posterior). En el último enfrentamiento entre ambos los amarillos hicieron trizas la puesta en escena de los de Sabadell con un llamativo 0-4 en un partido que dominaron de principio a fin los del "Papi" Anguera. 

Con los resultados producidos durante la jornada, los de la Industrial se habían asegurado ya antes de empezar un segundo puesto que convierte su temporada en un éxito. Pero aún había algo en juego el domingo, pues todavía sigue en pie la disputa por ser los mejores segundos de la categoría, logro que garantiza una plaza en Preferente el año que viene. Con la incertidumbre que provoca el silencio de la FCF, que no dicta en ningún lado la cantidad de segundos que ascienden, los amarillos debían sumar los últimos 6 puntos para aspirar a rascar alguna noticia positiva, pues dependen de carambolas.

Empezaron muy fuertes los locales, anotando el 1-0 en el minuto 3, en lo que fue un gol de bandera, por cierto. El comienzo amarillo fue fulgurante, materializando además la superioridad sobre el campo con un gol que permitía a los locales ostentar cierta tranquilidad ya desde el principio. Durante la siguiente media hora la Industrial tiñó su áspero y aceitunado césped de color mármol crema, dando lugar a un decorado exquisitamente seleccionado para un elegante baile en pareja. Ambos equipos se miraron a los ojos y, con el balón de por medio, bailaron una espontánea pieza en la que ansiaban, mediante el engaño, llegar a la orilla rival. Al espectador le ocurrió lo que suele sentir el público que acude con asiduidad al tango, pues a uno siempre se le van los ojos hacia el cuerpo que más transmite. 

La Anguera arriesgó de más en según qué pasos de alta complejidad, consiguiendo desorientar a un Mercantil que a medida que perdía protagonismo intuía -y adivinaba- que le sería de más provecho no cometer errores que enfrascarse en una batalla en la que parecía condenado al desastre. Lo vio tarde, dando tiempo suficiente a los amarillos para poner el 4-0 tras cuarenta minutos de juego. El segundo tanto fue una jugada de tiralíneas que permitió dormir aún más tranquilo a Pitágoras en lo que pareció una demostración de que, por lo menos en forma, fútbol y matemáticas guardan vistosas semejanzas. El tercero rindió un homenaje a las defensas destensadas tras un rechace, constituyendo el cuarto un ejercicio de malabarismos dentro del área al alcance de muy pocos.

Se llegó a la media parte con el partido sentenciado, aunque el aura que se respiraba era de cierto escepticismo respecto a una superioridad en el juego tan meridiana como la que señalaba el electrónico. La solidez defensiva local y su alta efectividad arriba dibujaban un conjunto con escasos resquicios durante la primera parte, si bien es cierto que no osaron acercarse al fútbol de autor del Barça de Pep y se inclinaron por el Madrid de Zidane, patentado en el elevado nivel individual y la alta eficiencia ante la meta rival.

Salir del vestuario camino al terreno de juego con 45 minutos y un 4-0 en el marcador no es el mejor de los horizontes para nadie, pues quién va por delante suele salir con exceso de relajación mientras el equipo goleado solo piensa en el pitido final. Más duro fue para el Mercantil cuando la Anguera metió el 5-0 cuatro minutos después de la reanudación, dudando entonces el equipo visitante de su identidad y temiendo un descalabro al sospechar una derrota de las que dejan huella. Por suerte para el conjunto de Sabadell, la Anguera quitó el pie del acelerador, permitiendo coger oxigeno a estos de cara a una larga media hora final que nadie quería jugar. Marcaron los visitantes de falta -van unas cuantas encajadas por la Penya- el 5-1 y firmaron ambos equipos una tregua que descolocó a todo aquél que aún mantuviera interés en el partido. 

Un ateo en misa. Dos veganas en Texas. Tres anticapitalistas en Times Square. Todos ellos menos aburridos y descolocados que los presentes en la sempiterna segunda parte del domingo. En ocasiones durante la temporada he descrito momentos tan cargados de éxtasis y heroicidad en los partidos del Juvenil A que impedían que ningún acto o evento exterior fuera protagonista o robara un ápice de interés a los presentes. El domingo fue todo lo contrario. Durante esos 45 minutos se podrían haber firmado 15 tratados de paz en el mundo, surgido nuevos remedios para el desamor adolescente, descubierto que Wayne Rooney usa injertos capilares, e incluso haber visto a Sergio Ramos jugar a baloncesto y a basket a la vez. Posiblemente habrían salido también 3 nuevos escándalos de corrupción en el Partido Popular. 

Nada. Nada parecía suficiente para acabar con el partido, que presenció tres tantos más, tan estériles para ambos como pesados para la grada. Parecían dos boxeadores vulgares dando vueltas sobre el ring sin pretender dar golpe alguno. El resultado final fue de 6-3, y el pitido final dio fin a un suplicio demasiado largo para muchos. "He pasado un momento a mirar quién jugaba y he envejecido 10 años" confesaba contrariado un vecino del barrio. Era una sensación colectiva, pues a muchos les habían explotado los cordones de la camisa, empequeñecido los zapatos, o llamado del trabajo con una amenaza de despido si faltaban una semana más. 

El pitido final les dio a los presentes las respectivas llaves de sus celdas, siendo así capaces de volver a la realidad minutos después. La Anguera, por su parte, completó otra victoria que le permite hablar de la decimocuarta consecutiva, prácticamente un récord a nivel internacional, y pensar ya en la última batalla, en la que se juega sus posibilidades de subir como mejor segundo a Preferente. Hablamos del partido contra el Sant Gabriel, flamante campeón de la liga, y que a buen seguro que querrá amargar la gesta del 'Pleno al 15' que ansían los amarillos. No hablamos de un partido cualquiera, ya lo ven.

Salud, y buen fútbol!

Dejo links con la ficha del partido en cuestión y clasificación:


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