Despertar y ser despertado son sucesos de
características distintas. En ambos acontece un hecho, eso está claro, pero
quedan lejos la actividad del primero y la pasividad del segundo. Con el
despertar florecemos, mientras que siendo despertados, a uno le llueve. Sí,
porque aunque la alarma preceda una de esas actividades marcadas desde hace
tiempo en el calendario, al principio siempre duele.
Ser sujeto o objeto. Esperar o ser
esperado. Tener el control de las cosas. Ver una pelota suelta en la calle y,
sin hacerse el duro/la dura, ir a patearla convirtiendo la plaza del barrio en
Maracaná y tus nuevas zapatillas en unas AdiPure reventadas.
Jamás regañéis a los niños/las niñas que os den con el balón veinte veces en
una tarde soleada, al contrario, sonreídles. Ellos/as van a levantarán esto. En
cambio, enojaros con aquellos/as que vayan a pantalla por cabeza y se peleen
por quién se sienta en el banco, obligando a gente mayor a reorganizar su
rutinario paseo vespertino. Los que van al parque, a danza, o a teatro por
obligación, a esos no los quiero yo en mi equipo. Hay que hacer que ocurran
cosas, no esperar para grabarlas.
La Anguera estuvo toda la primera vuelta
de la liga residiendo en el eterno llegar tarde, obligándose a comer platos
recalentados y ya faltos de sabor. No fue así en la segunda, en la que cuenta
sus partidos por victorias, pues la puntualidad actual de los amarillos tiene
poco que envidiar a la de un inglés. Ahora hacen lo que tengan que hacer por
la mañana, pero siempre llegan para engullir el plato en la temperatura y
momento adecuados. La mezcla de organización y ambición tienen recompensa.
Venía la Penya con dos remontadas bajo el
brazo en sus dos últimos compromisos, administrando en cada uno de ellos altas
dosis de adrenalina a todos los presentes. Hubo quién ya venía con la tila
preparada para el partido del domingo, optando por la prevención y no la cura del daño. Enfrente estaba el Mercantil, equipo capaz de lo mejor (dos rachas de
4 victorias consecutivas y una de 3) y de lo peor (no ganó hasta la jornada 8,
penalizando así su buen rendimiento posterior). En el último enfrentamiento entre ambos los
amarillos hicieron trizas la puesta en escena de los de Sabadell con un
llamativo 0-4 en un partido que dominaron de principio a fin los del "Papi"
Anguera.
Con los resultados producidos durante la
jornada, los de la Industrial se habían asegurado ya antes de empezar un segundo puesto que convierte su
temporada en un éxito. Pero aún había algo en juego el domingo, pues todavía
sigue en pie la disputa por ser los mejores segundos de la categoría, logro que
garantiza una plaza en Preferente el año que viene. Con la incertidumbre que
provoca el silencio de la FCF, que no dicta en ningún lado la cantidad de
segundos que ascienden, los amarillos debían sumar los últimos 6 puntos para
aspirar a rascar alguna noticia positiva, pues dependen de carambolas.
Empezaron muy fuertes los locales,
anotando el 1-0 en el minuto 3, en lo que fue un gol de bandera, por cierto. El
comienzo amarillo fue fulgurante, materializando además la superioridad sobre
el campo con un gol que permitía a los locales ostentar cierta tranquilidad ya
desde el principio. Durante la siguiente media hora la Industrial tiñó su
áspero y aceitunado césped de color mármol crema, dando lugar a un decorado exquisitamente
seleccionado para un elegante baile en pareja. Ambos equipos se miraron a los
ojos y, con el balón de por medio, bailaron una espontánea pieza en la que
ansiaban, mediante el engaño, llegar a la orilla rival. Al espectador le
ocurrió lo que suele sentir el público que acude con asiduidad al tango, pues a uno siempre se le van los ojos hacia el
cuerpo que más transmite.
La Anguera arriesgó de más en según qué
pasos de alta complejidad, consiguiendo desorientar a un Mercantil que a medida
que perdía protagonismo intuía -y adivinaba- que le sería de más provecho no
cometer errores que enfrascarse en una batalla en la que parecía condenado al
desastre. Lo vio tarde, dando tiempo suficiente a los amarillos para poner el
4-0 tras cuarenta minutos de juego. El segundo tanto fue una jugada de
tiralíneas que permitió dormir aún más tranquilo a Pitágoras en lo que pareció
una demostración de que, por lo menos en forma, fútbol y matemáticas guardan
vistosas semejanzas. El tercero rindió un homenaje a las defensas destensadas
tras un rechace, constituyendo el cuarto un ejercicio de malabarismos dentro
del área al alcance de muy pocos.
Se llegó a la media parte con el partido
sentenciado, aunque el aura que se respiraba era de cierto escepticismo
respecto a una superioridad en el juego tan meridiana como la que señalaba el
electrónico. La solidez defensiva local y su alta efectividad arriba dibujaban
un conjunto con escasos resquicios durante la primera parte, si bien es cierto
que no osaron acercarse al fútbol de autor del Barça de Pep y se inclinaron por
el Madrid de Zidane, patentado en el elevado nivel individual y la alta
eficiencia ante la meta rival.
Salir del vestuario camino al terreno de
juego con 45 minutos y un 4-0 en el marcador no es el mejor de los horizontes
para nadie, pues quién va por delante suele salir con exceso de relajación
mientras el equipo goleado solo piensa en el pitido final. Más duro fue para el
Mercantil cuando la Anguera metió el 5-0 cuatro minutos después de la
reanudación, dudando entonces el equipo visitante de su identidad y temiendo un
descalabro al sospechar una derrota de las que dejan huella. Por suerte para el
conjunto de Sabadell, la Anguera quitó el pie del acelerador, permitiendo coger
oxigeno a estos de cara a una larga media hora final que nadie quería jugar.
Marcaron los visitantes de falta -van unas cuantas encajadas por la Penya- el
5-1 y firmaron ambos equipos una tregua que descolocó a todo aquél que aún
mantuviera interés en el partido.
Un ateo en misa. Dos veganas en Texas.
Tres anticapitalistas en Times Square. Todos ellos menos aburridos y
descolocados que los presentes en la sempiterna segunda parte del domingo. En
ocasiones durante la temporada he descrito momentos tan cargados de éxtasis y
heroicidad en los partidos del Juvenil A que impedían que ningún acto o
evento exterior fuera protagonista o robara un ápice de interés a los
presentes. El domingo fue todo lo contrario. Durante esos 45 minutos se podrían
haber firmado 15 tratados de paz en el mundo, surgido nuevos remedios para el
desamor adolescente, descubierto que Wayne Rooney usa injertos capilares, e
incluso haber visto a Sergio Ramos jugar a baloncesto y a basket a la vez.
Posiblemente habrían salido también 3 nuevos escándalos de corrupción en el
Partido Popular.
Nada. Nada parecía suficiente para acabar
con el partido, que presenció tres tantos más, tan estériles para ambos como
pesados para la grada. Parecían dos boxeadores vulgares dando vueltas sobre el
ring sin pretender dar golpe alguno. El resultado final fue de 6-3, y el pitido
final dio fin a un suplicio demasiado largo para muchos. "He pasado un
momento a mirar quién jugaba y he envejecido 10 años" confesaba
contrariado un vecino del barrio. Era una sensación colectiva, pues a muchos
les habían explotado los cordones de la camisa, empequeñecido los zapatos, o
llamado del trabajo con una amenaza de despido si faltaban una semana
más.
El pitido final les dio a los presentes
las respectivas llaves de sus celdas, siendo así capaces de volver a la
realidad minutos después. La Anguera, por su parte, completó otra victoria que
le permite hablar de la decimocuarta consecutiva, prácticamente un récord a
nivel internacional, y pensar ya en la última batalla, en la que se juega sus
posibilidades de subir como mejor segundo a Preferente. Hablamos del partido
contra el Sant Gabriel, flamante campeón de la liga, y que a buen seguro que
querrá amargar la gesta del 'Pleno al 15' que ansían los amarillos. No hablamos
de un partido cualquiera, ya lo ven.
Salud, y buen fútbol!
Dejo links con la ficha del partido en
cuestión y clasificación:
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