Acostumbrarse (unos por voluntad
propia, otros por obligación) a la inmediatez y a los cortos plazos, al rápido
beneficio, a recibir sin apenas haber dado, significa reducir nuestro tiempo a
una carrera contrarreloj en la que los segundos, cada uno más afilado que el
anterior, convierten esperas en suplicios. Los constantes cálculos y las
respuestas cerradas nos niegan una perspectiva real de las cosas, pues omitimos
horizontes con el fin de salvar abismos. Sin embargo, existe aún
quién se niega a sucumbir a las nuevas reglas del juego y,
consciente de sus posibilidades, recurre a los largos plazos en busca de un
resultado con cuerpo, haciendo del mero proceso un beneficio.
Plantar
la semilla, ayudarla a crecer, esperar (la paciencia, cualidad en peligro de
extinción), y recoger la cosecha. Ensanchar los márgenes del error, dándole
forma de tropiezo, jamás de final. Y a caminar.
La
Anguera llegaba a Can Caralleu sumida en un estado de gracia permanente tras
haber enlazado hasta doce victorias consecutivas en la segunda vuelta, cabiendo
en ellas desde la película romántica al thriller más
dramático. Enfrente estaba el CP Sarrià, que en la primera vuelta había
endosado un severo correctivo (0-4) al conjunto amarillo en un partido que
significó mucho más que una derrota para la Penya. El segundo puesto estaba más
cerca que nunca, y con la consecución de los 9 puntos restantes este
equivaldría a un teórico ascenso a Preferente.
El
invitado sorpresa de la mañana fue un vehemente sol que abarcó mucho
protagonismo al esbozar un clima pesado y delicado para los jugadores, los
cuales salían al campo con sus respectivas nucas empapadas en agua sabedores
del sofoco al que serían sometidos. Divergirían con mi análisis sobre este
punto los espectadores del partido, que gozaron de una cálida mañana aliñada
con una sensible brisa de aire fresco que acariciaba sus desabrigados cuerpos,
celebrando así la ausencia de los "clásicos" sudores veraniegos.
El
partido empezó con el calor haciéndose notar también en el juego, y aunque la
Anguera se adueñó temprano de la posesión del balón, el ritmo del encuentro era
más bien sosegado. Creían los amarillos que teniendo el balón cansarían a su
rival. Y si bien es cierto que la circulación era fluida, esta estuvo lejos de
desordenar a un sereno CP que neutralizaba con solvencia las ocasiones que
parecían, a posteriori, peligrosas. La Anguera se
alineaba con sus líneas muy separadas, factor que impedía enlazar pases con
facilidad, además de ralentizar el juego y permitir a los locales encontrar
espacios entre ellas.
El
CP supo como combatir el lento ritmo visitante ya que poseía en su zona de tres
cuartos jugadores hábiles con el balón en los pies, a los que acudía siempre en
caso de recuperación. En lo que a intensidad se refiere, eran los locales
quiénes se llevaban la mayoría de los duelos aéreos y los rechaces, ganando
terreno en la batalla psicológica.
Esperaron
los de Can Caralleu su momento, que, no sin polémica, llegó recién cumplido el
cuarto de hora, cuando tras un buen remate de cabeza del delantero local y una
incertidumbre que duró más de lo esperado, el árbitro dictó el 1-0. El balón
fue al palo para acabar rebotando en el cuerpo del portero, que reaccionó
girándose con rapidez para "salvar" el gol. Lo cierto es que pocos
vieron la no entrada del balón, pues el meta tapaba la vista
de la mayoría de los presentes, con lo que no me atrevo a vaticinar la legalidad
del suceso.
Sonó
el pitido del árbitro, y sucedió lo que tenía que suceder. Unos celebraban el
tanto, sorprendidos, convenciéndose a sí mismos de que no existía moral alguna
en su inconsciente que les invitara a pensar que festejaban un gol-fantasma.
Los otros esprintaban (cómo no lo habían hecho aún en el partido) en dirección
al colegiado mientras formulaban conspiraciones improvisadas que pusieran en
duda la integridad (y la vista) del sujeto, defendiendo con uñas y dientes su
postura y conocedores de la impotencia de sus lamentos.
El
gol sentó muy mal a la Anguera, que en sus peores pensamientos veía pasar el
último tren hacia el ascenso. Para suerte de los amarillos, que restaban
inmóviles en el andén mirándose de arriba a abajo mientras se cuestionaban cada
uno de sus atuendos, solo había pasado un metro, con lo que existía posibilidad
alguna de reengancharse al sueño que escribía sus noches recientes, impregnadas
de un nerviosismo al que jamás podríamos tachar de molesto. Soñando no se va a
ningún lado, había que coger el próximo.
Llegaron
unos minutos en los que el CP buscaba, sin éxito, hacer sangre de la situación
amarilla, cuando en una acción aislada (y por ello, brillante), el lateral
zurdo visitante logró uno de los goles de la temporada. Tras una Diagonal (con
mayúscula inicial por su belleza y por su parecido, en forma y longitud, a la
calle barcelonesa) magistral enviada por uno de los centrales, y dejando que
botara una sola vez el balón en un alarde de excentricidad y pasión por lo
complejo, el citado lateral conectó una volea que detuvo todos los relojes que
pretendieran encarcelar la delicadeza de la acción en míseros segundos. Precedido
por el eco del impacto de bota y cuero, el silencio aturdió a todos los
presentes hasta regalarles el sonido más preciado del fútbol, el que funde a
balón y red en un apasionado beso celebrado por todos aquellos que viven enamorados de
esto. La mirada entre los dos protagonistas de tu película favorita.
Electricidad, emoción. A uno se le eriza la piel.
Aunque
tras la lectura de estas líneas algunos se teman que después el árbitro diera por finiquitado el partido, nada más lejos de la
realidad. De hecho, y con la habitual inmediatez de los tiempos que corren, los
amarillos utilizaron el gol para volver mentalmente al choque y apretar a su
rival hasta que este pidió a gritos la llegada de la media parte. Cuando uno
piensa que goles como este son reducidos a ser "el 1-1" se da cuenta
de lo mucho que necesitamos y lo poco que valoramos las cosas. Aunque quizá pensándolo
en frío tengan razón. Quizá ese gol queda en la posteridad por ayudar a
conseguir el trabajado ascenso del equipo, y no por recordarme a mi al de Tim
Cahill frente a Holanda en el Mundial de Brasil (que ahora que lo pienso, no
sirvió para nada, ni tampoco hubo bote previo a la volea). El intangible
significado de las cosas. Pero ese es otro jardín.
Las
medias partes y la Anguera no se llevan bien, eso está claro, y es que ha
recibido el cuadro amarillo el 27% (9) del total de goles encajados en el
cuarto de hora posterior a la reanudación. En un ejemplo de lo más juvenil, se
asemeja a quién no logra concentrarse en el estudio tras una breve pausa.
Demasiadas distracciones.
La
reanudación dibujó el mismo paisaje que en el inicio del encuentro, con una
Anguera que intentaba sortear a base de pases el laberinto defensivo del CP. Tras un "primer pase" errado, y no sin quitar mérito a la posterior jugada
en ataque, encontró el Sarrià el camino al gol, que cogió por sorpresa a
muchos, de la misma manera que el primero. Sin tiempo para lamentos ni reacciones, y tras
un error de bulto de la barrera al abrirse en un libre directo, los locales
colocaban el 3-1 en el electrónico cuando restaba media hora. En el hospital
amarillo sonaban las alarmas en lo que parecía la crónica de una muerte
anunciada. La Anguera temía no llegar a la orilla del ascenso que antes había
visto tan cerca.
Existen
dos tipos de personas en relación con sus bolsillos. Primero están las que
hacen un uso muy provechoso de los bolsillos, atesorando dentro de ellos
objetos de gran servicio esperando el momento oportuno para emplearlos. Por
otra parte están los que preferirían suprimir la existencia de estos, pues todo
lo que guardan en ellos se pierde en cuestión de horas (o incluso de minutos).
Parecían
los bolsillos de la Anguera llenos de material de gran ayuda para el difícil
momento que pasaba el equipo. Y en vez de quedarse pasmado frente al metro,
corrió a reabrir las puertas, sin poder evitar la apática mirada del que yace
sentado como es debido (el Sant Gabriel ganó la liga el día anterior por la
mañana).
Los raviolis suelen
tardar tres minutos en hacerse. La Anguera se rehízo en dos. Gol de cabeza para
poner el 3-2 y pensar en la remontada como único desenlace de la mañana. El
Sarrià se parecía a quién vuelve a casa mientras se cuece la tormenta, calculando
sus opciones de llegar seco al portal, y sin paraguas. En los instantes previos a que estuvieran al
dente los macarrones, cayó el empate para la Anguera. Se lo creían los
amarillos, que tras unos minutos de pausa volvieron a la carga para poner el
3-4 y culminar la segunda remontada consecutiva con el definitivo 3-5 (gol de
una sutileza/complejidad bastante alta, todo sea dicho).
Después
de dar guerra durante muchos tramos del choque, el CP claudicó, haciendo
palpable la situación en la tabla, en la que unos se jugaban mucho y los otros
muy poco. Similar al partido contra la Salle, en el que mientras unos jugaban
con fuego los otros se aburrían entre palmeras paradisíacas. Todos optaríamos
por lo segundo hasta que optásemos por lo primero. A destacar la pobre
actuación del árbitro (y no me gusta hablar de él), que no supo estar a la
altura del encuentro en muchos momentos, hasta el punto de añadir más de 6
minutos en un partido en el que ambos equipos firmaban el pitido final.
Tras
la décimo-tercera victoria seguida, solo quedan dos finales para aspirar a
lograr el ascenso. Por ello, se van a necesitar los 3 puntos frente al Mercantil
el domingo. La Industrial debe rugir ante la oportunidad amarilla, en lo que
enfrentara a la Anguera a un equipo con buen hacer durante la temporada, aunque
condenado a luchar por nada, pues es séptimo (y aquí no hay Europa League).
Que
dure la racha, y que vivan los bolsillos llenos!
Salud.
Dejo
links con ficha del partido y clasificación:
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