Con frecuencia me pregunto si soy
causa o consecuencia de mis actos, pues dudo entre ser el sujeto de la acción o
estar sujeto a ella. Pretendo escoger mis rasgos sin saber que quizá son ellos quiénes
determinan mi forma, quiénes me definen. Aunque cabe también en mi ideario el
efecto boomerang, que consiste en lanzar al aire (sociedad) una
intención para que vuelva sabiéndose esta mía, se me antoja complicado el abandonar la duda. ¿El escribir me hace ser "escritor", o es el ser
"escritor" que me hace escribir? ¿Soy el principio, o el fin de la
trama?
Al
contextualizar este dilema creo zanjar el debate -al menos por ahora- ya que me
supone una cuantiosa inversión -¿pérdida?- de tiempo. Pienso en una solvente
línea defensiva, en una anciana octogenaria enamorada de un banco del parque, o
en una malabarista circense. En ninguno de los tres actos la característica es
intrínseca al individuo/colectivo, ésta florece en todas con el paso del
tiempo. ¿Es la cualidad la que nace en el sujeto, y no el sujeto el que nace
con la cualidad? ¿Somos al principio causa para después ser consecuencia?
La
matinal del domingo presentaba un apetitoso menú a degustar en l'Energia con el
choque entre Sants y Vilafranca, dos equipos perdidos por la mitad de la
tabla que querían sublevarse en busca de un respeto mayor por parte del resto
de la categoría. Al frío que gana terreno con el pasar de hoja en el calendario
lo esperaban las multitudes congregadas en l'Energia para la presentación de
los equipos de fútbol base del Sants. Dejar de abrazar al edredón no es un
inconveniente cuando el calor espera fuera con el desayuno preparado.
Como
ya es tradición en choques de este calibre, los primeros compases del encuentro
salieron de casa y toparon con la simetría en plena calle. Al saberse
conocidos, ambos empezaron a charlar sin más intención que la de ponerse al día
y aprovechar para estirar los músculos bucales. La conversación parecía
destinada a la esterilidad cuando el "Sheriff" Navarro rompió la paz
matutina con un grito. Cantí puso la alfombra para que el "9" del
Sants rematara a bocajarro ante Miguel Ángel Ramos, siendo este último el
ganador del pulso al alejar el balón de su arco con una mano salvadora.
El
partido seguía en modo ingrávido mientras ambos conjuntos se disputaban el
dominio al piedra-papel-tijera. Al no tener ningún argumento de peso, locales y
visitantes parecían depositar sus bazas a la suerte. La voluntad brillaba por
su ausencia cuando el Vilafranca recurrió a ella para asustar a Yamandú con un
llano tiro que embolsó el meta, y la defensa del Sants se entestaba en
demostrar que el domingo no era su día mientras cometía errores -no forzados-
en exceso. El Vilafranca detectó esa inseguridad en el contrincante y se creyó
accionista del partido al empezar a combinar con notoriedad en recurrentes
acciones.
Todos
los presentes vieron desde la lejanía como llegaba la media parte, viéndose
obligados a bajar la mirada unos metros antes de cruzar palabra para encontrar
en ella algún tipo de sorpresa. Si solemos hablar del descanso haciendo
referencia a su significado, el del domingo era una mera contradicción, pues
hubo más actividad durante ese cuarto de hora que en los muchos minutos
anteriores. "¿La ocasión de Sergio Navarro o una cerveza?", pensaban
los/las hinchas.
La
reanudación dibujó un panorama un tanto complejo en el que el sosiego era la
forma de expresión y el balón la víctima y el culpable del aburrimiento. Sin
embargo, la amonestación a Mario Cantí fue la confirmación de lo que era un
secreto a voces, estábamos caminando sobre la calma que precede la tormenta,
sobre el sol que precedía al temido huracán Leslie. Liderado por sus dos
vértices ofensivos y equipado desde el banquillo con guitarras, bajos, y
batería, el Sants dio un improvisado concierto de Rock and Roll en
el que Cantí ponía la voz rota que emocionaba al público. Mario ganaba los
balones aéreos con la pasión y el harmónico desorden del cantante rockero que
aglutina los diferentes instrumentos para acabar vomitando música.
El
Sants pretendía ahogar al Vilafranca, que achicaba agua, con numerosas
arremetidas excitantes para todos los presentes. Avisó Mario al cabecear con
malas intenciones un saque de esquina, y llegó entonces la avalancha de peligro
que pudo ser -y no fue- la sentencia local.
Me
gusta muy poco hablar de árbitros por distintas cuestiones; primero por el
simple hecho de que ellos no quieren -en teoría- ser el foco de atención, en
segundo lugar porque cuesta no hacerlo desde la subjetividad, y por último
debido a la poca literariedad que originan sus actos, pues son siempre sobrios
y aburridos, factor que va ligado con el primer punto y que acepto con
deportividad. En pocos textos los he citado, pero tras el encuentro del domingo
en l'Energia me veo obligado a pasar -al menos de puntillas- sobre la actuación
del colegiado.
Durante
el alud ofensivo del Sants se dieron tres acciones de meridiana trascendencia
en territorio visitante. Primero fue un gol anulado a Juli por falta de Mario
al central rival en la acción previa, en la cual el criterio del árbitro no es
dispar con el mío, pues el agarrón existió. Sin embargo, pocos minutos pasaron
para que la hinchada local pusiera el grito en el cielo por un supuesto penalti
sobre Gaudioso. El talentoso pivote "santsenc" salió de zona y ya
dentro del vértice del área engañó a su marca para después recibir una sonora
patada que no le permitió seguir en pie. La gota que colmó el vaso de la
paciencia del Sants la hizo caer la acción posterior, cuando Cantí encaraba al
portero y fue derribado -de manera barroca- por el último hombre visitante,
quedando la acción para el colegiado en una meritoria intervención
defensiva.
La
temperatura del encuentro subía a cada lance del juego, ganando los 3 puntos el
valor que antes les había sido desmerecido. En una intentona de los visitantes el balón acabó en el fondo de la red, dando paso a un silencio tan breve como
ensordecedor en el bando local. Fuera de juego. No hubo apenas quejas por parte
del conjunto del Alt Penedès, con lo que el choque prosiguió sin demoras. Tuvo
entonces Aleix -siempre la tiene- su opción para marcar tras un espléndido pase
de Borrull que rompió hasta las líneas pintadas en el asfalto de la calle
Gernika, perpendicular al campo.
El
intercambio de golpes parecía condenado a sentenciar a uno de los dos, y en
esas el Sants parece tener tickets para regalar ya que en
l'Energia ha recibido prácticamente todos los goles en los últimos diez
minutos. La excepción sucumbió ante la regla y un cabezazo del central
visitante adelantó al Vilafranca en el 80'. El gol parecía desnudar las
vergüenzas defensivas del Sants al haber permitido rematar solo a Antonio
Pelegrín.
Pero
el domingo el destino quería ser tan categórico como pedagógico, y por eso obsequió al conjunto de Tito Lossio con un segundo gol a balón parado para enmarcar.
La escuadra de Yamandú aún sigue asaltando a todo aquél que se le acerca:
"¡Quiero el nombre del balón que el domingo se me insinuó!". La
intensidad defensiva a balón parado, aspecto a mejorar para el Sants en una
categoría que parece engancharte tus propios defectos en la cara.
Tras
el segundo golpe y con la nariz ensangrentada, el Sants aún quiso volver al
combate a salvar el honor, y lo hizo sin éxito, aturdido aún por la crudeza de
lo acontecido.
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