A la lluvia no se la combate, se la
espera. La lluvia llega, unas veces suave, otras tensa, para empapar arcenes,
capuchas, y toldos. Llega para gobernar la acústica de la calle con su eco.
Desnuda también terrazas y recreos. La lluvia es caos, y es orden,
polifacética. Igual te coge en un semáforo, cruel desenlace, que la ves
castigar desde el sofá, agradeciendo su compañía en una tarde de perros. Sin
embargo, la lluvia siempre acaba. En algún momento u otro, alargas la mano a
techo descubierto y topas con la ausencia de gotas que la duchen. Vuelves
entonces a ser el dueño/la dueña de tus pasos, al principio tímidos. Hace frío,
pero no importa.
La
lluvia se vio prolongada durante más de lo esperado para el Sants,
condicionando de lleno cualquier propósito de los blanquiverdes. Tras estar
azotándoles durante semanas, la lluvia cesó en el último encuentro, ganado ante
un Martinenc grogui. La tormenta permitió que los de Tito Lossio reflexionaran
sobre su rumbo, además de limpiar hasta el último rincón de las calles que
habitaban. Con la calle vacía y las botas de agua puestas, el Sants respira ahora aire puro
mientras camina alegremente sobre charcos.
El
domingo, y supongo que para desmontar la parrafada, llovía. No fue ese un
impedimento para la asistencia de los hinchas, sabedores de que el frío se
convertiría en anécdota al comenzar el encuentro. Mientras tanto, en Figueres
se vivía una mañana difícil debido al volumen y la intensidad de las
precipitaciones, que obligaron a varias familias a abandonar sus hogares. Los
pocos que se presentaron en l'Energia representaban a unos muchos.
La
intensidad patente en el inicio parecía ser el preludio de lo que sería un
choque de estilos, contextos, y ocasiones. Mandaba el Figueres, que movía el
balón con cabeza y control. El Sants, por su parte, vio enturbiado su buen
comienzo con la lesión del cerebro del equipo, Gaudioso. Luis se retiraba a los
siete minutos sin ser capaz de combatir siquiera la lesión, aspecto preocupante
de cara al futuro. Entró Gala, quién cuajaría una digna actuación.
Los
visitantes acariciaban la iniciativa cual gatito, felices por tenerla entre las
manos, cuando el Sants -de hecho fue Mario- les privó de ella por sorpresa.
Algunos de los presentes ojeaban sus zapatos, empapados, los otros debatían sobre
la Nations League. También habían los que pegaban un sorbo a la cerveza. Sin la
atención de todos estos, Cantí robó con nervio un balón, encaró la meta -a 30
metros de distancia- y arreó un escopetazo que fue a besar la cruceta,
suscitando placeres y frustraciones diversas en la grada. Qué loco estás,
Mario.
Crecía
el Sants en el partido, empequeñeciendo al Figueres, cuando Aleix dictaminó,
puro egocentrismo, parar el encuentro. Al "6" local le disgustaban
las prisas en la ejecución de las jugadas, también la temeridad que había en
algunos envíos, así que recibió en el círculo central y decidió esperar con la
cabeza erguida, divisando el paisaje ofensivo y sus opciones. Mientras mantuvo pausado el
juego, a Aleix se lo pidieron todo; desde la camiseta firmada a un nuevo corte
de pelo, pasando por ese típico: "¡Ya no eres el de antes!". El
"Sheriff", preparado siempre para clavar el aguijón, entendió a la
perfección al mediocentro, y arrancó una carrera de vértigo para casarse con la
caída del balón. Tras una descripción tan grotesca, pocos admitirían un fallo.
No lo hubo, tranquilos, Navarro definió a las mil maravillas para subir el 1-0
al electrónico.
El
Sants, que no se avanzaba en casa desde el encuentro contra el Granollers
(jornada 3), optó por mimar el resultado hasta la media parte, mientras los
visitantes aumentaban revoluciones y juego en busca de volver a la igualdad.
Los blanquiverdes se asemejaban al guardia que resta vigilando al león en la jaula,
procurando que no escape, que encuentre el confort en esa opresión.
Tras
el descanso, ambas escuadras volvieron con fuerza al encuentro, existiendo solo
líneas discontinuas en los despistes defensivos locales, corregidos con
eficacia por Yamandú. El peligro era la fragancia que más se olía entre los
presentes. En esas cogió el balón Borrull, versátil tácticamente como pocos, y
filtró un bonito pase que volvió a dejar solo a Navarro ante el meta. El
"Sheriff" controló largo, acomodó el cuerpo, y picó el esférico por
encima del meta como si aquella situación la hubiera resuelto de memoria. 2-0.
Resultado inédito para los blanquiverdes esta temporada.
Tan
inédito que duró exactamente dos minutos, pues el Figueres aprovechó un córner
para recortar distancias en busca de la épica. Sí, otra vez a balón parado. A
falta de media hora, el Sants solo se centraba en la manutención del 2-1
esperando matar el encuentro a la contra. El Figueres, que ya había demostrado
en algún tramo que tenía mimbres para hacer daño, estaba ahora resarciéndose
del dolor previo. Los de l'Alt Empordà acechaban.
El
2-1 dibujó un panorama idéntico al que había con 1-0, con igualdad y ocasiones
para ambas partes. Había variantes, intensidad, y buen juego. Llegó entonces la
segunda mala noticia para el Sants, Cantí se retiraba lesionado tras haber trazado
un último sprint de locos. El atacante parecía llevarse la mano al
abductor, pidiendo el cambio de inmediato. Entraron Juli y Fran Avilés, también
se retiró Borrull.
El
Figueres tuvo dos opciones meridianas para empatar la contienda. Primero
mediante una volea desde el punto de penalti, que atajó Yamandú en dos tiempos,
y después con un rechace que -otra vez- Yamandú paró de forma espectacular,
pues el remate final era a bocajarro, y el balón no le iba precisamente al
cuerpo. Perdonaban los visitantes, pero también lo hacía el Sants. Navarro tuvo
otro uno contra uno ante el portero, pero esta vez falló, al igual que Gala,
que desaprovechó una jugosa ocasión para encarrilar el encuentro.
El
caos mandaba en el partido. Y aquí hay que mencionar a Aleix y a Guille,
quiénes, ante la ausencia de Gaudioso, que abarca mucha jerarquía en el medio
del campo, supieron amansar esos últimos minutos para que el Sants no sufriera
en exceso. El primero con meticulosas y pausadas lecturas del juego, y el
segundo haciendo de escudero con correcciones defensivas de alta exigencia,
sumado a la disciplina del resto de jugadores, fueron vitales para evitar el
empate. Sin obviar la tarea de Sergio Navarro, a la que no por estar
acostumbrados podemos infravalorar. El "9", que vive y hace vivir en
el alambre a los defensas contrarios, se pasea por esa línea defensiva como la
golosina que merodea el hilo dental, desgastando.
El
Sants pedía la hora y el Figueres escondía el reloj, rezando los visitantes
para que el partido durara hasta una hipotética remontada. No fue así, porque
el árbitro pitó el camino a los vestuarios con 2-1 en el marcador,
otorgando así la victoria al conjunto de Tito Lossio. Estos pudieron gozar de
los 3 puntos conseguidos con la afición, un clásico en cada victoria, y lo más
importante, en cada derrota. El sufrimiento fue conjunto, y por eso el júbilo
final era también compartido. Al Sants le ha dejado de llover, de momento.
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